Abstract: El manejo de los gliomas difusos OMS grado II (GGII) es a día de hoy controvertido. Algunos autores proponen una actitud expectante, con seguimiento radiológico a largo plazo, otros proponen realizar una biopsia y plantear un tratamiento solo si hay signos clínicos o radiológicos de progresión, y por último otros proponen un tratamiento activo desde el diagnóstico. En los últimos años han aparecido varios estudios que pueden ayudar a aclarar estas controversias. En este trabajo se revisa la literatura reciente con a intención de aclarar algunos puntos controvertidos en el manejo de los GGII. Las secuencias convencionales de resonancia magnética (RM) y otras técnicas de neuroimagen más recientes, como la espectroscopia multivoxel o la tomografía por emisión de positrones (PET) con metionina, carecen de la fiabilidad suficiente para realizar un diagnóstico definitivo de GGII. La biopsia estereotáxica es poco invasiva, pero conduce a errores diagnósticos en GGII hasta en el 71% de los casos, lo que se ha asociado a errores en el muestreo y a la variabilidad interobservador por la escasa muestra obtenida. Por todo ello, se considera actualmente que el diagnóstico definitivo de GGII solo se consigue mediante el análisis histológico de la muestra obtenida tras la extirpación máxima del tumor. Respecto al impacto pronóstico de la cirugía, no existe evidencia clase I, pero hay fuertes indicios provenientes de estudios de cohorte con gran número de pacientes y seguimiento a largo plazo de que la extirpación extensa tiene un impacto positivo en la supervivencia y en el tiempo hasta la malignización del tumor. El tratamiento quirúrgico es también efectivo para controlar la epilepsia, ya que consigue mejorías en epilepsias farmacorresistentes hasta en el 76% de los casos. Por todo ello, la cirugía es considerada cada vez por un mayor número de profesionales como un paso fundamental para el diagnóstico y tratamiento de estos tumores. La radioterapia incrementa el tiempo hasta la progresión, pero no aumenta la supervivencia y además produce trastornos cognitivos que afectan a la calidad de vida, por eso cada vez más se prefiere diferir este tratamiento hasta que hay evidencia de malignización.
Autoría: Juan Martino González; Elsa Gómez; Almudena García Castaño; Enrique Marco de Lucas; Sergio Maldonado; Rubén Martín Láez; Iñigo Pomposo Gastelu; Alfonso Vázquez Barquero
Fuente: Neurocirugía, 2012, 23(3), 104-111
Editorial: Elsevier
Año de publicación: 2012
Nº de páginas: 8
Tipo de publicación: Artículo de Revista
DOI: 10.1016/j.neucir.2011.07.001
ISSN: 1130-1473,2340-6305,2529-8496
Url de la publicación: https://doi.org/10.1016/j.neucir.2011.07.001