Abstract: La antropología social posee grandes ventajas cuando indaga en la realidad social. Lejos de limitarse a mirar los acontecimientos desde fuera, penetra en los mismos, inquiriendo y examinad, pero, sobre todo, gracias al diálogo del antropólogo con la comunidad que estudia, empatizando con los informantes y profundizando en su vivencia cotidiana. Estos informantes son los interlocutores del antropólogo, con los que comparte tiempo y emociones, y junto a los cuales construye un conocimiento, que no es otra cosa que una experiencia común que alimenta una teoría nueva. Dice nuestro invitado en un artículo recogido en este número, el conocido antropólogo portugués Vale de Almeida, que el antropólogo, mientras realiza su trabajo, pierde su comunidad originaria, y su auténtica comunidad es la de los estudiados, la de los interlocutores. Se trata de ese privilegio de la antropología que permite a esta ciencia social revivir lo que han vivido otros y sentir lo que sienten otros. Es así que la experiencia del antropólogo se convierte en emoción inolvidable que le impulsa a escribir acerca de lo vivido y lo sentido. El antropólogo queda, de esta manera, ligado a la comunidad que ha estudiado para siempre, aunque solo sea por la marca indeleble que dejan en él las vidas de las personas que ha ido conociendo. De alguna manera, une su destino al de esa comunidad, comprometiéndose con los interlocutores que le ayudaron a construir un conocimiento que, en el correr del tiempo, debe ser restituido.
Authorship: Eloy Gómez Pellón
Fuente: AIBR Revista de Antropologia Iberoamericana, 2021, 16(2),227-236
Publisher: Asociación de Antropólogos Iberoamericanos
Publication date: 21/06/2021
No. of pages: 10
Publication type: Article
ISSN: 1695-9752,1578-9705