Abstract: La presencia eclesiástica en las ciudades y villas de los reinos cristianos peninsulares fue esencial tanto en su génesis como en su desarrollo económico, social y cultural a lo largo de la Edad Media. La historia de las catedrales ayuda a comprender la de las ciudades, hasta el punto que ambas se identifican. La catedral es el edificio donde el obispo tiene su cátedra, una copia de la organización administrativa de Roma, que colocó a estos prelados en las ciudades para, a través de ellas, expandir el cristianismo como nueva religión oficial del Imperio a partir del siglo IV. Las sedes episcopales permitieron la supervivencia de muchas ciudades durante la Alta Edad Media pese al retroceso del fenómeno urbano que se produjo en Occidente a partir del siglo III. Desde el siglo X, el desarrollo de nuevas sedes se acompañó de un lento surgimiento de nuevos centros urbanos.